Taller: Plan de Igualdad para una Comunidad Energética. Diseño paso a paso.

Lugar: Sede de la Escuela de Economía Social. Pl. la Merced, s/n. OSUNA, Sevilla
Ponente: Alicia Gutiérrez Esturillo y Elena del Moral Martínez

Reseña

Las Comunidades Energéticas (CEs) nacen para democratizar la energía, reducir emisiones y compartir beneficios de manera local. Pero si de verdad queremos que sean transformadoras, inclusivas y sostenibles en el tiempo, deben mirar de frente a las desigualdades que atraviesan nuestros barrios y organizaciones. Esta sesión—“Plan de Igualdad en CEs: diseño paso a paso”—se diseñó con una meta clara: integrar la perspectiva de género y un enfoque interseccional en la gobernanza, los procesos y la cultura de las CEs, desde el diagnóstico hasta la evaluación, con herramientas prácticas y participación real de los agentes implicados.

A lo largo de la jornada (mañana y tarde), trabajamos en dinámicas de conexión, diagnósticos participativos y un enmarque teórico-metodológico que desembocó en la planificación colaborativa de una guía para desarrollar planes de igualdad adaptados a las características y contextos de las CEs andaluzas. La sesión combinó reflexión crítica, herramientas de análisis y práctica aplicada para que cada comunidad pueda avanzar paso a paso, con objetivos alcanzables y evaluables.


Objetivos del taller

  1. Identificar y analizar sesgos de género en el ámbito de las renovables y la transición energética.
  2. Detectar barreras de género en organizaciones de la Economía Social y Solidaria (ESS).
  3. Conocer los elementos clave para incluir la perspectiva de género en la vida cotidiana de las CEs.
  4. Desarrollar, de manera participativa, los fundamentos de una guía metodológica para un Plan de Igualdad adaptado a cada CE.
  5. Incorporar un enfoque interseccional, atendiendo a mujeres y a colectivos históricamente infrarrepresentados (personas migrantes, con discapacidad, diversidad sexual y de género, distintas edades y clases sociales).

Estructura y metodología de la jornada

La agenda combinó momentos de activación, análisis y construcción colectiva: presentaciones, “cuchicheos que conectan” para romper el hielo, un diagnóstico de las CEs andaluzas, enmarque teórico del Plan, planificación de la guía, herramientas prácticas para la implantación y seguimiento y un tendedero de deseos para los siguientes pasos. La metodología fue participativa, con trabajo en grupos, devolución colectiva y enfoque de aprendizaje basado en la experiencia.

Cuchicheos que conectan. Abrimos preguntando por hobbies, motivaciones para asistir y experiencias cotidianas de igualdad e inclusividad. La intención: humanizar el espacio, reconocer la diversidad de trayectorias y crear un clima de confianza para hablar de poder, privilegios y cuidados—temas sensibles que requieren escucha activa y respeto.


Diagnóstico participativo de las CEs andaluzas: qué nos está pasando

El diagnóstico se organizó en tres ejes de trabajo por grupos:

Grupo 1: Principales barreras para la igualdad y la inclusividad en una CE.

  • Consensos básicos: urge aclarar qué entendemos por igualdad y construir el diagnóstico entre todas las personas, evitando miradas verticales.
  • Barreras económicas y de tiempo: las personas en situación de vulnerabilidad no pueden implicarse igual; priorizan su supervivencia y cuidados.
  • Evitar el cierre del espacio a un perfil único: mantener criterios de apertura y diversidad.
  • Objetivos realistas y procesos sostenibles: respetar tiempos y pasos pequeños, integrando la igualdad en el día a día y en el Plan Estratégico.
  • Comunicación accesible: reducir tecnicismos y repensar el concepto de “energía” más allá del kWh, como tiempo, esfuerzo y cuidados que sostienen la vida.

Grupo 2: Roles según la división del trabajo (productivo, reproductivo y comunitario).

  • Las CEs no están aisladas del patriarcado; reproducen sus dinámicas.
  • Cuidados: suelen recaer en mujeres; los hombres asisten más a reuniones y ocupan con mayor frecuencia perfiles técnicos y con tiempo disponible (por ejemplo, jubilados).
  • Socialización de género: hombres más expuestos a temas tecnológicos y a hablar; mujeres más situadas en lo comunitario, con síndrome de la impostora y mayores cargas de conciliación.
  • Proceso participativo real: equilibrar aportaciones, diseñar códigos de buenas prácticas y activar un “contagio comunitario” de valores alineados con la igualdad.

Grupo 3: Niveles de participación y poder en la toma de decisiones.

  • Participación ciudadana baja, aunque con algunos avances de diversidad (urbano vs. rural con diferencias).
  • Riesgo de perpetuar que el perfil social sea de mujeres y el técnico de hombres.
  • Toma de decisiones: tendencias individualistas; tensión entre interés individual y dinámicas grupales.
  • El tejido asociativo emerge como fuente de resiliencia y motor de cambio para democratizar poder y participación.

Este diagnóstico comparte un mensaje central: sin tiempo, recursos y estructuras participativas, la igualdad se queda en discurso. La CE necesita mecanismos concretos para que las personas con menos tiempo y más cargas de cuidado participen de verdad y para que los saberes técnicos convivan, se expliquen y se cuiden desde una comunicación inclusiva.



La “Nevera Inclusiva”: apuntes prácticos para hacer posible la igualdad

Durante el enmarque teórico, las personas participantes fueron generando una “Nevera Inclusiva”—una lista viva de recomendaciones para “tener siempre a mano”:

  • Comisión de Igualdad representativa, con facilitación que evite sesgos.
  • Dinamización desde las OTCs/espacios técnicos: abrir participación de forma inclusiva (por ejemplo, invitar a las parejas a reuniones), revisar dónde estamos fallando y qué barreras existen para acercarse a la oficina de la CE.
  • Diagnóstico dual: analizar grupos motores y quienes dinamizan (para no invisibilizar sesgos en roles de liderazgo).
  • Comunicación técnica adaptada: que todas las personas puedan comprenderla; usar formatos creativos y accesibles; impartir formación y sensibilización sobre cómo comunicamos.
  • Romper barreras técnicas: acceso universal y cuidado del lado humano; facilitar herramientas para quienes tienen menos práctica digital.
  • Reconocer el vínculo entre pobreza energética y igualdad de género: no se pueden abordar separadas.
  • Revisar limitaciones administrativas y aprender de casos reales.

Poder, rango y privilegios: aumentar la conciencia grupal

El taller introdujo el concepto de rango (A. Mindell): la suma de privilegios que confiere poder e influencia, dependiente del momento, lugar y cultura. Se invitó a autodetectar rangos altos (más oportunidades de participar, intervenciones mejor valoradas, mayor influencia) y rangos bajos (incomodidad, autocensura, dobles señales). La práctica busca poner el rango a disposición del grupo, compartir liderazgo y hacer conscientes los privilegios para redistribuir poder de manera justa.

Esta reflexión es clave para las CEs: si quienes dominan lo técnico o disponen de más tiempo ocupan de forma natural la toma de decisiones, se produce exclusión silenciosa. Identificar el rango ayuda a rediseñar espacios, tiempos y procesos para que quien menos puede hablar por carga de cuidados, por miedo o por falta de capital técnico sí tenga voz y voto.


Gobernanza y participación: de la teoría a la práctica

La sesión revisó modelos de toma de decisiones, grados de participación (como la Escalera de Sherry Arnstein), y tipos de decisiones (estratégicas, organizativas y operativas). Se subrayó la importancia de definir bien cada decisión (quién decide, con qué información, en qué plazos, con qué criterios) y crear espacios de trabajo en grupo que faciliten la participación real—no solo formal.

La clave: transparencia de procesos, rotación de funciones, canales de comunicación anónimos para recoger inquietudes, y cuidado de la cohesión emocional del grupo. Las CEs no son solo proyectos técnicos; son comunidades donde la confianza, el reconocimiento de diferencias y la gestión de conflictos sostienen el largo plazo.


Acciones y actitudes que podemos estar reproduciendo (y cómo cambiarlas)

En la indagación por grupos, emergieron autocríticas valiosas:

  • Asumir realidades ajenas sin corroborarlas; mantener prejuicios y ideas preconcebidas.
  • Uso de lenguaje técnico y jerga que excluye; se propuso comunicación sencilla y adaptada, con formatos diversos y creativos.
  • Evitar querer “abarcarlo todo”; hacer hasta donde se llegue con calidad y cuidado.
  • Diversidad en equipos como criterio no negociable; fortalecer colaboraciones entre OTCs y CEs sin generar competencia—complementarse desde fortalezas.

Respecto a aspectos clave para la igualdad, se destacó:

  • Participación real y transparencia; usar siempre el término “personas” (no invisibilizar).
  • Edad: incluir a menores de 30 años es difícil; pensar intergeneracionalmente y crear estrategias específicas.
  • Herramientas tecnológicas accesibles; acompañamiento a personas con menor alfabetización digital.
  • Diseñar el esqueleto del Plan de Igualdad, revisar contrataciones de empresas y canales de comunicación, promover rotación de funciones, y asignar una persona o equipo que cuide la participación del conjunto.
  • Trabajar la gestión emocional y la cohesión grupal: conocernos para construir horizontalidad.

La guía metodológica: estructura y modelo

Como resultado práctico, se compartió una propuesta de modelo de Plan de Igualdad e Inclusividad para una CE y se invitó a adaptarlo a cada contexto: ¿qué incorporaríamos? ¿qué falta? La guía propone medidas evaluables por áreas, con prioridades, recursos, indicadores, seguimiento, revisión periódica, evaluación y calendario—todos elementos que permiten que el Plan no se quede en una declaración, sino se viva en la CE.

Descarga aquí el modelo de Plan de Igualdad e Inclusividad de la OSCE (OTC de Cooperase S.Coop.And)

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